Ya hemos vuelto de nuestro breve (brevísimo) paréntesis vacacional. Cansados de cuerpo pero relajados de espíritu.
Hemos viajado por separado por una cuestión económica, y también un poco por comodidad de los peques. Antonio fue en barco con el coche y yo en avión con los tres pequeños y con una cuñada con una paciencia infinita que nos ha ayudado en nuestra logística.
Veraneamos en Mallorca desde que nos conocimos. Mallorca es el refugio de Antonio. Va desde pequeño. Viene a ser para él lo que Donostia para mí. De Felanitx es la madre de Antonio y en Portocolom tienen una casa donde íbamos todos los años y donde coincides en algún momento del verano con algún hermano/cuñado/sobrino y donde, inevitablemente, vives una experiencia Gran Hermano. Yo me agobio a ratos, para qué nos vamos a engañar.
El año pasado no fuimos a Mallorca. La isla nos puso falta por primera vez desde 2001. Ir con los peques se nos hacía un mundo y decidimos viajar al Norte.
Este año hemos presentado a la isla a Martín y Bruno (Diego ya la conocía), pero en lugar de ir a la casa familiar, hemos decidido alquilar un piso. El hecho de estar en otro ambiente nos ha permitido crear una rutina sin intervenciones y, para qué negarlo, tener cierta intimidad.
Los pequeños, como pequeños que son, no han parado ni un momento. El primer día que amanecieron en la casa nueva se dedicaron a investigar absolutamente todos los rincones nuevos. Para nosotros una locura intentando salvar las pertenencias.
Mucha playa. Hemos disfrutado de ella. Muy buen tiempo y cero medusas. Con la sensación de que, según plantas la toalla y pasados cinco minutos te toca volver a recoger para ir a casa. Con sentimientos a flor de piel. Hablando de cosas serias y disfrutando, dentro de lo posible, de los momentos de pareja. Pasear de la mano. Qué sensación.
Ahora quedan las fotos y unas postales de recuerdo. Con la sensación de haber hecho que los pequeños hayan disfrutado del verano, de sus papis, de sus hermanos. Y también de sus abuelos, tíos y primos.
Por cierto: en el viaje por Cantabria del año pasado Diego no paraba de escuchar a los Beatles. Este año era la Banda Sonora de Shrek. Concretamente All Star de Smash Mouth.
Cargadas las pilas, solo puedo decir que estoy enamorada de mis chicos y que me muero de ganas de volver a disfrutar de ellos. Unos días. Unas horas. Los cinco juntos. Felicidad.