Un buen día recibes una carta con el sobre de la Comunidad de Madrid. Casi se te olvida que la burocracia sigue su curso.
Estimado bla, bla, bla… queda abierto el expediente número no-sé-cuantitos.
un peldaño más. Ahora toca pedir cita para hacer los cursos. No tardan mucho. Cuatro sábados. Dos horas cada sábado.
El curso lo llevan una psicóloga y un trabajador social. Parejas en círculo que atienden lo que tienen que decirnos. Recuerdo especialmente la insistencia en recordarnos que la adopción no es una acto de caridad. Que si verdaderamente lo pensábamos, ése no era nuestro sitio. Recuerdo las parejas que estaban con nosotros. Nuestras presentaciones. Qué nos llevó a adoptar. Qué se nos pasó por la cabeza cuando nos comunicaron que no podíamos tener hijos.
Recuerdo especialmente una de las parejas. Ella era psicóloga. Cuando le preguntaron qué se le había pasado por la cabeza contestó:»Por fin un problema de pareja real». Ese «por fin» no era de anhelo en absoluto; sino de súbita aparición. ¿Quién nos lo iba a decir?
Cuando emprendes un camino conjunto con la persona con la que decides compartir tu vida, sabes que ha de pasar… pero no imaginas que sea ya. Tan pronto. De esta manera.
De aquellas reuniones recuerdo muchas cosas. Muchas. Fue duro pero a la vez enriquecedor. ¿Os imagináis sentaros por grupos, que os den un «catálogo» de niños y os hagan elegir uno? No es lo habitual, pero puede pasar. ¿Por qué lo eliges? Te preparan para eso y para hacerte a la idea de que no sabes el estado de salud en el que se encuentran los niños adoptados. No puedes exigir información porque la propia Agencia de Adopción carece de dicha información.
El curso de adopción sirvió para mucho más de lo que en un principio pensaba. Sirvió porque uno de los ejercicios que hicimos fue hablar de las diferencias entre un hijo adoptado y un hijo biológico. Este ejercicio hizo definirme. Posicionarme: si había una posibilidad, por pequeña que fuera, me habría gustado intentarlo. Quería vivir eso.
Hablar. Hablar. Hablar. Estar de acuerdo. Íbamos a intentarlo.