¡Corre, corre, que se nos va junio!
Hace justo una semana, hablando de los planes del fin de semana con un compi de la oficina, me vino a la memoria una escena de «La Ley del Deseo»:
Fue hablando del calor -que al final fue más llevadero de lo que esperábamos-.
Hace muchos años veía pelis compulsivamente y utilizaba diálogos suyos que venían ad hoc en situaciones reales. Lo de aplicar la ficción a la realidad lo sigo haciendo pero ya no tengo tiempo de ver pelis de aquella manera.
El sábado pasado nos fuimos de concierto. Vetusta Morla tocaba en Madrid uno de sus «porrochocientos» conciertos.
Lo cierto es que no sabía si acabaría yendo ya que por la mañana me enteré de que mi padre estaba ingresado por principio de neumonía. Hablando con mi madre y mi hermano, decidí seguir con los planes ya que no podía estar con él por estar ingresado en urgencias y no tener habitación asignada.
Decidí ir. Antonio y yo fuimos a La Riviera andando desde Legazpi por Madrid Río. Me encanta andar. Me vino bien. Allí en La Riviera me encontré con Patri -ya te he hablado de ella- y su chico y poco después se uniría a nosotros una sobrina de Antonio a la que le regalamos la entrada por su cumple: Inés.
Patri y yo will always go dancing. Tenemos un cariño especial la una por la otra y nos entendemos a la perfección. Hemos pasado etapas tristes y etapas muy felices y me vino muy bien tenerla al lado el sábado pasado. Al igual que me vino muy bien tener a Antonio, pendiente de mí. No disfruté el concierto como se suponía que debía haberlo hecho, pero estuve abrazada y eso se nota. Del concierto te diré que me pareció un cambio inteligente la manera que tuvieron de tocar las canciones del disco «Un día en el mundo». Al fin y al cabo los que estábamos allí ya los hemos visto un millón de veces y se agradece el giro. También agradecí que tocaran pocas canciones del «Mapas» y eché de menos que no pusieran punto y final con Saharabbey Road. Cuestión de costumbres. Y gané mi propia apuesta diciendo que cerrarían el concierto con Fiesta Mayor.
Pasó algo curioso cuando entramos a la sala. Sinceramente me la esperaba más llena -habían agotado entradas-. Patri me contó que muchos no habían podido entrar por tratarse de menores de 18 años. Así que había más oferta que demanda en la reventa. Y yo me pregunto por qué un menor no puede ir a ver un concierto. ¿Porque venden alcohol tal vez? ¿Por el tipo de recinto? Pregunto desde la ignorancia, ¿eh? Y no me parece justo. Nosotros teníamos la opción y no hemos salido tan mal. Vale que muchos de ellos eran en el Parque de Atracciones, en la Casa de Campo,.. pero la opción la teníamos. Entiendo que las cosas han cambiado para proteger a los menores pero en un concierto -dado que no se puede fumar- ¿de qué los vas a proteger? ¿del alcohol? tan sencillo como no vendérselo. ¿Y si van acompañados de adultos? ¿Por qué negárselo? ¿Por qué un chaval tiene que esperar a los 18?
Cuando terminó el concierto fuimos a una calle muy especial para Antonio y para mí: en la calle Juan Duque vivimos un par de años felices a rabiar. Nos sentamos en una terraza justo en frente de nuestro antiguo portal. Desde donde estábamos se veía nuestra puerta. Creo que los conciertos en La Riviera nos dan siempre buen rollo no sólo por el concierto en sí, sino por volver a nuestro primer barrio.
Mi recomendación para el fin de semana es una canción VM: Copenhague. Una de mis favoritas.
https://soundcloud.com/luaszz/vetusta-morla-copenhage
Y si tienes tiempo puedes ver la peli de Almodóvar que te comenté al principio de este post, donde serás testigo de dos escenas increíbles: de una ya te he hablado unas línea antes y la otra me descubrió esta canción
Por cierto que la niña es Manuela Velasco.
Feliz fin de semana
tumpitula 