Bruno lleva unos días jugando con un barco en la bañera. Lo llena de tripulantes. Todo muñeco de Playmobil o Lego que se encuentra va al barco. Juega alegre en la bañera. Sin más preocupaciones.
Martín pasa por la fase de guardar sus pertenencias más preciadas en bolsas. Bolsas, bolsas y bolsas llenas de juguetes, muñecos, recortes, … Todo lo que le viene bien va a la bolsa. Esta mañana antes de ir al cole ha utilizado nada menos que tres bolsas. Tres bolsas de plástico y un carro de la compra -de juguete- para «irse a trabajar».
Juegan inocentemente mientras a mí se me eriza la piel porque la barca llena de muñecos a veces vuelca en la bañera y los muñecos flotan en el agua y esto me recuerda otra situación bien distinta; por no hablar del carrito de Martín y las bolsas de plástico llenas de «chatarra» para mí, tesoros para él. También me sugiere una imagen diferente.
Y no puedo evitar pensar en la magia de esa inocencia. La observo con pena porque en menos de lo que imagino sé que desaparecerá.
La otra noche Diego me dijo que siempre iba a estar conmigo. Y creo que lo decía de corazón. Sentí llevarle la contraria. Le dije que él se marcharía de casa y que viviría solo o con alguien y que yo sí estaría con él siempre. Que cuando le apeteciera me llamaría, o vendría a verme o iríamos al cine; pero le aseguré que se marchará de casa (espero que in pursuit of happiness) Diego no dijo nada. Simplemente se quedó pensando (centrifugando la información como suelo decir), después se quedó dormido.
Bruno entró en el coche y me dijo:»Toma, te regalo mi corazón». Y lo que para él era algo lógico (me estaba dando una manualidad que acababa de hacer) para mí cobró un sentido inimaginable.
1 hora pasa de las doce de la noche. Atrás ha quedado el día Universal de los niños. He estado muy pesada en twitter. Lo sé. Recordando la importancia de los derechos de los niños; citando, en la medida que los 140 caracteres me lo ha permitido, los 10 principios de la Declaración de los Derechos del Niño. A veces se nos olvida, o damos estos derechos por sentado cuando lo que hay que hacer es repasarlos de vez en cuando (como he hecho hoy) y mimarlos mucho. Cuidarlos. Mimarlos.
Puedes consultar los derechos aquí. Y puedes ver más información en la web de la ONU.
Yo por mi parte lo he hecho, e intentaré no olvidarlos o volver a ellos de vez en cuando. Mientras recuerdo lo afortunada que he sido y mientras procuro que lo sean Diego, Martín y Bruno.
Te dejo este fin de semana con una escena de la que ya te he hablado. «Cielo sobre Berlín» comienza con una preciosa, preciosa poesía escrita por Peter Handke. El nombre: «Cuando el niño era niño».
¿El video? al final de la poesía. No es exactamente la primera escena, sino partes de la peli donde recita el poema. La primera escena recita sólo dos estrofas mientras una pluma escribe sobre el papel.
Por favor: lee la poesía. Als das kind Kind war…
Feliz fin de semana
Cuando el niño era niño andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente y que este charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño no sabía que era niño,
para él todo estaba animado
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño no tenía opinión sobre nada,
no tenía ninguna costumbre,
se sentaba en cuclillas,
tenía un remolino en el cabello,
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y por qué no tú?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allí?
¿Cuando empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo y oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo?
¿Existe de verdad el mal y gente que realmente son malos?
¿Cómo puede ser que yo, el que soy,
no fuera antes de devenir,
y que un día yo, el que yo soy,
no sea más ese que soy?
Cuando el niño era niño le costaba tragar las espinacas,
los chícharos, el arroz con leche y la coliflor al vapor,
y ahora come todo, no sólo por necesidad.
Cuando el niño era niño alguna vez despertó en una cama extraña,
y ahora lo hace seguido.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, sólo en ocasiones, con suerte.
Imaginaba claramente el paraíso,
y ahora, como mucho, lo adivina.
No podía pensar en la nada,
y hoy se estremece ante ella.
Cuando el niño era niño jugaba entusiasmado,
y ahora se concentra como antes
sólo si se trata de su trabajo.
Cuando el niño era niño las manzanas y el pan
le bastaban de alimento, y todavía es así.
Cuando el niño era niño las moras le caían en la mano,
como sólo caen las moras, y asi es todavía;
las nueces frescas le ponían áspera la lengua,
y así es todavía;
encima de cada montaña tenía el anhelo de una montaña más alta,
y en cada ciudad el anhelo de una ciudad aun más grande…
y siempre es así todavía.
En la copa del árbol tiraba de las cerezas
con igual deleite lo hace hoy todavía;
se asustaba de los extraños como todavía se asusta;
esperaba las primeras nieves y todavía las espera.
Cuando el niño era niño
lanzó un palo como una lanza contra el árbol,
y hoy vibra así todavía.
Quiero agradecer a Miguel Ángel haberme presentado esta peli que tantas, tantas, tantas veces hemos visto juntos y que aun sigue dejándome muda. Gracias por la peli, por verla juntos y por la banda sonora que grabaste en su día en un cassette donde se oía la aguja en el vinilo (nosotros llamábamos a este sonido «huevos fritos»).
De nada. La primera vez que vi la peli lo hice con Rober y, la última hace sólo unos meses. Entre medias, las veces que la vimos juntos. En aquel entonces, no podíamos imaginar lo que significaría este poema en nuestras vidas rodeadas de niños. Un besazo, sobri.