anecdotario, papá, Pensamientos, Recuerdos

jornadas micológicas

Lo sé, lo sé. Al paso que voy haré un post anual. Ya no tengo excusa. Y eso que cuando voy en el coche o cuando me ducho o cuando a mi cabecita linda le da por pensar, siempre me acuerdo de mi muy maltratado blog. Pero es que a veces simplemente no apetece. No me malinterpretes; a veces por pura vagancia, otras porque sé que será doloroso. A veces cuesta abrirse.  Aunque la mayoría de las veces es la misma sensación que tienes cuando piensas en mandar un whatsapp a un amigo y nunca lo haces porque «cuando me acuerdo no puedo y cuando puedo no me acuerdo».

Así que, sin prometerte nada, procuraré ir contándote cosas sabiendo que me dejo muchas, muchísimas en la maleta de los recuerdos.

En el post de hoy te voy a hablar de las setas, que para eso es otoño.

Antonio no ha parado de viajar y, como siempre que viaja, mis padres me echan una mano con los niños. En esta última ocasión Antonio viajó en sábado (odio que viaje, pero si además nos pilla en fin de semana…)

Mis padres vinieron a comer a casa y hablamos de nuestra próxima visita al pueblo donde tienen organizadas unas jornadas micológicas que duran todo el día.

Mi padre intentó disuadirme (aún no me he apuntado, pero sigo con intención de hacerlo) diciendo que si no entiendo de setas, que luego no las voy a comer y que bla, bla, bla.

El caso es que una cosa llevó a la otra y las historias pasaron por mi tío Manolo, que por lo visto le gustaban mucho y todos los años iba con un amigo suyo a buscar setas. Mi padre decía que no entendía cómo no acabaron envenenados porque mientras iban y venían se plimplaban lo que llevaran.

Con las risas fuimos animándonos y mi padre contó que un día -creo que el último que comió setas- le dijeron que estaban muy buenas con jamón y no sé qué más. El caso es que por la noche se hizo un plato de setas salteadas con pimiento, chorizo, jamón y… en fin, ligerito; y pasadas unas horas empezó a sentirse mal creyendo que había comido una seta envenenada. Fue al médico y allí el galeno debió de flipar cuando mi padre le explicó qué había cenado, así que le mandó para casa diciendo que tenía indigestión.

Me encantan estas anécdotas de sobremesa entre risas.

Feliz finde