Pensamientos

There’s no better way to say goodbye

Esta mañana he pasado por la Glorieta de Mariano de Cavia. La de los patos. Había un carril cortado porque estaban pintando las líneas del asfalto. De repente, ese olor me ha llevado a mi infancia. El camino del cole. Y después he volado en el tiempo y he recordado un detalle que una vez tuvieron conmigo: escribir un mensaje en la pintura aún fresca y después sacarle una foto (cuánto daño has hecho, instagram).

Esa foto ya no existe.

El recuerdo perdura. 

Y la primera sorprendida soy yo: Primero por la jugada de mi memoria y segundo por quedarme con lo bueno.

Cuando las parejas se separan no hay beso de despedida,

ni lo ha habido nunca ni lo habrá en la vida.

Dan la bienvenida al porvenir aunque así lloren,
a ver si les da tiempo de vivir tiempos mejores.

Un beso más pequeño que el alfabeto morse
cualquiera puede darlo desde entonces.
Apaga y vámonos con la guitarra al porche,
punto, raya y punto, buenas noches.

Unos como polillas, otros como mariposas,
allá donde están las luces está la sombra de las cosas.
Como la noche y el día las parejas se separan,
y así será eternamente cuando se metan en la cama.

Un beso más pequeño que el alfabeto morse 
cualquiera puede darlo desde entonces.
Apaga y vámonos con la guitarra al porche,
punto, raya y punto, buenas noches.

(Sr. Chinarro. El alfabeto Morse)

*Nota: el título del post hace una referencia a la canción de un grupo español de los noventa llamado Vancouver del que no he podido ver ninguna reseña en la web.

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