Dos palabras que ha dicho Diego esta mañana y que me han hecho sentir que era él quien necesitaba oírlas. Os cuento:
Esta mañana no ha sido muy distinta de otras mañanas. Prisas, carreras…; lo malo es que ha devenido en drama. Imagino que es similar a otros hogares diez minutos antes de salir de casa. La palabra más repetida es «¡vamos!». Hoy he perdido los nervios con sus consecuentes lloros y demás.
Ya en el coche, le he dicho a Diego -con tono enfadado- lo que ya sabe (o supongo que sabe): que mi horario depende del suyo, que la próxima vez no lo llevo al cole, que a mí me «regañan» cuando llego tarde, que hay un horario para todo y cuando digo «a vestir» es a vestir; bla, bla, bla…
Como todo ha sido de mal humor no hemos hecho las cosas que solemos hacer cuando vamos de bueno humor: no ha habido carrera hasta el coche, Bruno no se ha despedido de su hermano mayor y yo no he dicho:»próxima parada…» seguido del nombre del cole.
He dejado a Bruno en el cole y cuando he montado en el coche para llevar a Diego al suyo, con un tono de infinita tristeza, ha dicho «próxima parada…». Esa frase ha podido conmigo. De repente mi coraza de mal humor se ha descompuesto. El tono ha cambiado por completo. Lo he sentido tanto que le he pedido perdón llegando al acuerdo de que mañana iremos al cole de buen humor.
Me ha dado tanta pena que hasta le he contado que Bruno le había dicho «adiós» desde el cole porque se le había olvidado. Soberbia, lo llaman.
Los niños necesitan su rutina, lo sé…el ritmo de Diego por las mañanas es más lento que el resto del día y no entiende ni mis prisas ni mi nerviosismo. Tomo nota para mañana, o pasado, o al otro; cuando nos vuelva a pasar -que nos volverá a pasar- para cambiar de estrategia y no perder los nervios.
tumpitula 