Guardo algún recuerdo de mi tía Toña. Pocos. Como en fotos o en sueños.
Siempre estaba contenta. Y era muy, muy cariñosa. Como una niña pequeña o un cachorrito. Le encantaba que fuéramos al pueblo (visitas que con el tiempo comenzaron a ser espaciadas). A mi madre la llamaba cuñada.
Supe por mi madre que Toña había aprendido a leer pero, cosas de los pueblos, como era retrasada no le iba a hacer falta, así que se le olvidó (tengo el vago recuerdo de haberle leído algún cuento en casa cuando yo era niña).
Cuando mis abuelos fueron ya muy, muy mayores mandaron a Toña a una residencia en Bilbao y ella tan feliz.
Toña lloró mucho, muchísimo cuando falleció mi abuelo. Su padre. Creo que es la única vez que la he visto triste.
De pronto enfermó. Cuenta Rosana que fue a verla al hospital con uno oso de peluche y haber salido con la sensación de haber hecho el mejor regalo de su vida. Así de agradecida era.
Recuerdo haber llegado a casa y haber discutido con mi padre por vete a saber qué chorrada y en un aparte decirme mi madre que a mi padre le habían dicho que Toña estaba grave y que no viviría mucho. Y así fue.
Creo que si preguntara a mis padres o a mis primos y primas qué recuerdo guardan de Toña sería el que te dije al principio del post: siempre sonreía y era cariñosa.
Hoy es el día Mundial del Síndrome de Down.
Que precioso homenaje a tu tía. Un beso.