abuelos, Pensamientos, vacaciones

Julivert

No he tenido tiempo de reflexionar como acostumbro sobre mis/nuestras vacaciones. En cuanto regresamos me metí de lleno en la vuelta al cole de los peques -y en la nuestra-.

Para que te hagas una idea, llegamos un lunes a la hora de la comida y por la noche Antonio ya estaba haciendo de nuevo la maleta porque viajaba al día siguiente por trabajo.

Y así estamos: ya con las mochilas escolares, las extraescolares, retomar las agendas de médicos, cumpleaños infantiles, yoga, baloncesto, etc.

Y un año más a mí me da pereza la vuelta al cole. Un año más el verano me ha sabido a poco.

Un año más me quedo con fotografías mentales: nuestra querida Cala Figuera, el viaje en tren a Sóller, la comida en Sant Salvador, la visita al Castillo de Santueri, el Algar, las olivas trencadas, quedar con una amiga del cole de Bruno, la felicidad de los peques en el parque acuático, la visita anual a las primas de Antonio que con una naturalidad pasmosa hace que te sientas abrazada.

Esa visita anual sucede la noche del Correfoc en Felanitx, Salen los Dimonis y pasean por las calles envueltos en ruido y fuego.

La noche de este año escuché una historia breve y tierna a la vez. La contó una de las hermanas de Antonio: Ana. Contaba Ana que la palabra «perejil» es una de las de pronunciación más difícil en mallorquín. Y que su abuelo siempre le decía:»si sabes decir perejil, te daré turrón». (el turrón lo hacía él).

La frase: Si saps dir julivert te donare terro

Historias de abuelos. Tan importantes ellos.

Familia, fin de semana, finde, recomendación, Recuerdos

Sabor a Navidad

Es la una y diez de la madrugada, así que aunque técnicamente es viernes, yo sigo en el día de Navidad.

Hasta que mi abuelo falleció, el día de Navidad íbamos a comer a casa de mis abuelos. Desde hace unos años, la comida familiar es en casa de mis padres. Coincidimos con mi adorada tía Clara, su marido Delfín y sus hijos Ángela y Nacho. Este año estaba mi abuela y me ha hecho muchísima ilusión verla.

La comida, os podéis imaginar, ha sido una sucesión de platos y más platos. Empiezas con muchas ganas y es imposible terminar.

Desde que tengo memoria, el día de Navidad en casa de mis abuelos era especial: nos poníamos guapos, veía a mis tíos y primos, comíamos hasta decir basta, jugábamos a las cartas y pasábamos un rato increíblemente divertido. El día de Navidad era eso. Bonito. Especial. Familiar. Y sigo con esa sensación en el corazón. Y he coincidido con un compañero de viaje para el que también es especial y así -creo- se lo hacemos ver a los peques.

En esa mesa en casa de mis abuelos donde nos apretábamos todos y donde a veces la risa te impedía comer siempre hubo tres platos especiales para mí: ensaladilla rusa -la de mi abuela es… pues eso: ¡de mi abuela!, lombarda con pasas y piñones y sopa de pescado.

Hoy, muchos años después; muchas navidades después, mi madre en un momento de la comida ha dicho:»falta la lombarda» y ha sacado una enorme fuente con comida de color morada. Mi prima Ángela y yo nos hemos puesto las botas y entonces he pensado en voz alta que la lombarda sabe a Navidad.

Como estoy un poco sensible, qué se le va a hacer, este fin de semana os voy a recomendar un clásico que espero que hayas visto: «Qué bello es vivir». Y recuerda: «Cada vez que suena una campana, un ángel consigue sus alas»

Feliz fin de semana